Los límites de velocidad en vías urbanas previsto en el Reglamento de Circulación son de 20 Km/h en vías que dispongan de plataforma única de calzada y acera; 30 Km/h de un único carril por sentido de circulación y 50 Km/h en vías de dos o más carriles de circulación. El motivo de implantación de esta medida es reducir la siniestralidad vial, según informa la DGT.
De entrada, es una medida que tiene contrapartidas. Los usuarios de vehículos necesitan más tiempo en sus desplazamientos y los consumos y emisiones de los vehículos se disparan porque a velocidades bajas, los consumos son superiores.
Aunque la evolución de las víctimas en accidentes de tráfico en Barcelona marca una línea descendente, en el último año en la ciudad de Barcelona hemos ido mucho más allá y estamos minando de radares las calles. Además, en tramos escolares con dos o más carriles de circulación, se reduce la circulación a 30 Km/h y los viales destinados a los vehículos a motor se han apretado, se han añadido almohadas berlinesas y obstáculos como los famosos new jerseys o balizas , que producen el efecto contrario, sobre todo a los motoristas, que conducimos con el corazón encogido.
¿Pueden argumentar los responsables municipales que la razón es reducir aún más la siniestralidad vial? Tanto si la respuesta es afirmativa o negativa, en cualquier caso, las contrapartidas anteriores se acentúan.
Además, un reciente estudio del RACC añade un tercer punto revelador: la percepción del ciudadano es que moverse por Barcelona resulta cada vez más complicado. Las distintas velocidades y prioridades de circular lo hacen todo más difícil. También los usuarios consideran que la ciudad no está preparada por tantos modos de transporte en un mismo espacio y que los nuevos cruces, las zonas pacificadas y los nuevos viales son fuente de conflicto.
Y para terminar, y ante la proliferación de radares, el Racc también recuerda que no deberían emplearse como medida recaudatoria. Unas medidas que los contribuyentes debemos sumar a las de aparcamiento y al pago de un impuesto por circular, que cada vez es más difícil de llevar a la práctica.