El reciente anuncio de Wallbox, una empresa que forma parte del engranaje de la automoción y la nueva movilidad, sobre un programa de reducción de costes y plantilla debido a la escasez de microchips y los problemas logísticos de suministro, es un síntoma de la enfermedad que sufre nuestro sector.
En un escenario a largo plazo de crecimiento para las compañías que ofrecen soluciones de carga de vehículos eléctricos, deben tomar una decisión que su CEO Enric Asunción, califica de dolorosa.
No es para menos: la prohibición de vender coches de combustión nuevos en 2035 y el Plan nacional español conocido como PNIEC que sobre el papel marca la hoja de ruta de nuestro país, parece alentador como oportunidad de negocio, pero los indicadores actuales de matriculaciones de turismos electrificados e instalación de puntos de recarga nos sitúan en un 46,2% y un 10% de los objetivos potenciales. Demasiado lejos de lo que se habían propuesto. El papel lo aguanta todo, pero la realidad va por otra parte.
A menor escala, lo mismo ocurre con las ayudas MOVES, unos incentivos que benefician a aquellos que apuestan por el cambio de hábitos y compran un vehículo electrificado. Pero resulta que el beneficiario recibe efectivamente la ayuda demasiado tarde, una vez superada el año de su solicitud.
Esta misma semana, la patronal de los fabricantes ANFAC ha presentado su hoja de ruta donde se prioriza la recuperación del mercado y la producción del sector. Son dos condiciones necesarias para evitar poner en peligro el empleo y una pérdida de peso industrial de nuestra economía. Además, pone el acento en que no seguimos el ritmo de descarbonización marcado por Europa.
En definitiva, marcamos un rumbo, pero no le seguimos.
Joan Blancafort
Secretario General y Portavoz de Fecavem y el Gremi del Motor