El impacto de las obras, por necesarias que sean y por más justificación que tengan, siempre ocasiona molestias a quien las sufre. Si reducimos esta afirmación a una escalera pequeña como por ejemplo, cuando hacemos obras en nuestra casa —o las hace el vecino de al lado— se convierten en una murga que acaba afectando a nuestro día a día.
Trasladando esto a Barcelona, la situación actual de obras permanentes y constantes está incidiendo de manera muy relevante en la ciudadanía y las empresas. Los cortes y las afectaciones impactan con desmesura, tanto los residentes y comercios de la zona como las personas que hacen uso de los espacios públicos afectados.
Todos los que nos movemos por Barcelona tenemos presente alguna afectación negativa importante. Quizás la más conocida es la reforma de la Via Laietana, por su carácter central y, sobre todo, porque se ha ejecutado sin consenso y con la legalidad en contra, como recoge una sentencia judicial reciente.
El Gremio del Motor se ha sumado a www.mouteperbarcelona.com y participa activamente en trasladar las dificultades que sufren sus integrantes: en los accesos a la ciudad, en los desplazamientos urbanos y en el estacionamiento. Estamos molestos por las crecientes dificultades del día a día, que afectan a la actividad comercial, la prestación de servicios, la logística y el transporte y congestionan la circulación. Eso, lo soportamos y lo sufrimos los que circulamos por Barcelona, pero el eco de este malestar va más allá de la ciudad, y los visitantes también están al corriente. Y eso no es nada positivo.
Los responsables municipales nos hablan de la necesidad de tener una mirada a medio y largo plazo, y estiman que hay más de 200 obras en marcha. En realidad, esta cifra se queda corta, porque una investigación publicada en un diario nacional contabilizó 330.
En fin, es necesario equilibrar y medir bien las necesidades de presente y de futuro. Todo ello me hace pensar en el título de una película desconcertante: Todo a la vez, en todas partes.