Los informativos de Telecinco nos ha solicitado que, desde el Gremio del Motor, hiciéramos una intervención relacionada con las Supermanzanas, el modelo de urbanismo que se está implantando en Barcelona ciudad, para que trasladáramos nuestro punto de vista. Próximamente verá el reportaje en televisión.
Pero antes de eso, debemos explicar que las supermanzanas son un proyecto urbano que se inició en 2016, que agrupa a un conjunto de calles como una sola unidad autónoma, en el que se restringe el tráfico en el interior, transformando la calzada en espacios verdes y áreas peatonales para el ocio y la interacción social. De esta forma, se rompe con el modelo estándar habitual y lo transforma, con la pretensión de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, reducir la contaminación ambiental y fomentar la movilidad sostenible en la ciudad, en bicicleta o en transporte público.
Actualmente, en Barcelona se han implantado tres supermanzanas perimetrales en los distritos de Poblenou, Gràcia y Sant Antoni. Cada una de ellas tiene un diseño específico y cuenta con diferentes medidas de movilidad sostenible y espacios públicos. En el programa del partido político del año 2019, la actual alcaldesa Ada Colau figuraba su extensión en todos los distritos de la ciudad. Una medida que, sin duda, se mantendrá en el programa electoral de 2023.
La Supermanzana del Eixample es la que está generando más controversia porque es el centro neurálgico de la ciudad, donde el 39% del construido se destina a la actividad económica, representa el 25% del valor catastral de toda la ciudad y acoge el 27% del trabajo. Las obras afectan a 4 calles (Consell de Cent, Girona, Rocafort y Comte Borrell) del millar existentes. Las obras están en curso y se han acelerado para que acaben antes de las elecciones municipales. Pero no son las únicas obras en curso en la ciudad, ya que la proximidad de las elecciones ha disparado las obras en la calzada (Pi y Margall, Via Laietana y Diagonal son las más llamativas) y generan importantes molestias a los ciudadanos.
«Barcelona está llena de radares»
Las Supermanzanas de Barcelona son una herramienta más de las muchas que ha utilizado el actual gobierno de Ada Colau en su propósito de limitar el tráfico en coche, moto o vehículo comercial. Entre estas medidas, destacan el urbanismo táctico de pequeñas intervenciones en el espacio público, la creación de espacios que limitan el acceso al vehículo privado marcadas con pintura y new jerseys, la instalación de mobiliario urbano como bancos, mesas y sillas, la creación de carriles para bicicletas, la zona peatonal de calles o la reducción de la velocidad del tráfico, trufada con la proliferación de radares, la pacificación de las grandes avenidas, la gestión semafórica o los cortes de tráfico para destinar a otras actividades.
«Se ha conseguido el efecto contrario a la pacificación»
Esta radical transformación urbanística y usos ha ido acompañada de una intensísima campaña de comunicación, con el propósito de dar a conocer sus ventajas y la necesidad de pacificar la ciudad. Pero, en lugar de pacificar, ha logrado el efecto contrario. Hay infinidad de detractores de estas medidas que se enfrentan a aquellos que las impulsan, preocupados por cuestiones muy diversas. De modo que esta pretendida pacificación, en la práctica genera discusiones y ha situado la movilidad en el centro del debate electoral.
Antes de entrar en el detalle, explicaremos la afectación al colectivo que representa al Gremio del Motor, que ofrece a los clientes soluciones de movilidad mediante el coche, la motocicleta y los vehículos comerciales. Como colectivo, impulsamos el derecho a la movilidad individual, sostenible e inclusiva, basado en un enfoque multimodal en el que situamos al ciudadano en el centro. Pero es evidente que la nueva movilidad de la ciudad tiene una afectación clara y negativa porque penaliza a los usuarios del coche, la moto y el vehículo comercial, a nuestros clientes.
«Se deben paralizar las Superilles»
La relevancia del sector de la automoción por su aportación económica, laboral y funcional apenas se ha tenido en cuenta y ha coincidido en el tiempo con la marcha de Nissan. Los retos tecnológicos que la industria debe emprender para que los nuevos vehículos sean más seguros y limpios no tienen mucho sentido en una ciudad en la que su uso es ahora una odisea. Si bien como colectivo empresarial debemos sumarnos a la mejora económica y social de nuestro entorno que corresponde al gobierno municipal, por los motivos expuestos hemos recurrido con demandas a los tribunales y formulado alegaciones a los planes estratégicos de la ciudad. Y dicho esto expondremos las cuestiones que preocupan a ciudadanos y empresas.
Hay que paralizar las supermanzanas porque no se ha tenido en cuenta el equilibrio de los sectores económicos. Se ha deshecho una trama como el Eixample que nos conectaba a todos y, además, se ha trabajado sin el diálogo ni el consenso necesario. La mejor muestra ha sido las peleas que ha habido en el seno de la coalición de gobierno municipal.
Es necesario que la movilidad sea fluida, ya que así se potencia el dinamismo económico y debe servir para que Barcelona funcione como motor de Cataluña, España y el sur de Europa. En el análisis de los informes técnicos municipales que sustentan los proyectos urbanísticos, se ha constatado que no se ha analizado a fondo ni el impacto económico, ni en la movilidad del entorno.
En su adopción, se ha centrado en el interés de los vecinos inmediatos sin importar las del territorio en su conjunto. Por ejemplo, a nadie le gusta que los contenedores de basura estén delante de su casa, pero en algún lugar deben estar. El impulso de la nueva movilidad eléctrica en vehículo privado ha sido testimonial, prevaleciendo más el aspecto ideológico que conlleva su uso privado, sin tener en cuenta que a mediados de la década de 2030 ya no contaminarán.
El nuevo Eixample ya no se caracterizará por ser una trama homogénea de 200 kilómetros de calles, que había convertido a Barcelona en un referente mundial por su distribución equilibrada entre peatones y tráfico. En lugar de favorecer, el nuevo modelo Supermilla deteriora la economía de la ciudad, especialmente el comercio, que depende en buena medida de los ciudadanos que nos visitan, procedentes de las comarcas catalanas situadas más allá de las Rondas. Algunos vecinos y vecinas han criticado la reducción de plazas de aparcamiento y el aumento del tráfico en las calles circundantes, mientras otros y otros se atribuyen la exclusiva de la protección de la calidad del aire, la salud de las personas y la pacificación.
Por último, concluir que en conjunto, las restricciones y limitaciones impuestas y las Supermanzanas suponen para muchos, que los viajes urbanos sean cada vez más largos, más difíciles, se generen más atascos, que dediquen más tiempo a la circulación, más ruido y mayor emisión de gases contaminantes y, en definitiva, oposición y división.